sábado, 10 de mayo de 2008

El Insurrecto

Al llegar temprano a su trabajo, la lista de compromisos por atender en el transcurso de la jornada era enorme. Reunirse con diversos inversionistas y socios de distintas partes, principalmente extranjeros, efectuar varias reformas importantes en la empresa, que comprendían desde la aplicación de nuevos estatutos en la parte contractual, -básicamente, normas de comportamiento-, hasta el despido de una gran cantidad de empleados. Era, de verdad, una larga jornada.
A sus cuarenta y seis años, Javier Tabares no podía pedirle más a la vida. Tenía un empleo envidable para muchos, siendo el Presidente, en su país, de la franquicia de una de las más grandes compañías productoras de calzado a nivel mundial. Llevaba trece años de casado y tenía dos hijos. Su esposa, Carolina Pedraza, lo había conocido en los tiempos en que él recién se había graduado y dictaba algunas clases como profesor de fundamentos de economía en la universidad de la cual era egresado. Ella fue su alumna y posteriormente su compañera.
Se casaron a los dos meses de estar saliendo, cuando la vida de Javier empezó a cambiar. Durante la época en que comenzó a salir con Carolina, una propuesta de un mejor empleo llegó para este prestigioso economista y catedrático de universidad: ser presidente de una franquicia de una de las empresas más poderosas del negocio del calzado a nivel mundial. Se había hecho famoso en el mundo de los empresarios y de los negocios por haber publicado un sinnúmero de obras sobre economía y haber formulado diversas teorías que ocasionaban que la atención fuera puesta de manera exclusiva sobre él.
No pensó mucho, le gustaba el dinero y la oferta era tentadora. Accedió, dejando de lado aquella vida de la universidad, donde era ampliamente reconocido por ser un destacado revolucionario de la izquierda radical. Así también terminó casándose, cuando no creía en la iglesia y difícilmente en su vida llegó a ir a misa -eso porque sus papás lo obligaron la última vez a los dieciséis años-.
Había tenido una novia durante seis años, Mariela Gómez. Ella lo admiraba, más que amarlo y por tal razón, lo seguía a todas partes; era su ídolo, excelente ejemplo para denotar la oposición ante un régimen que coharta en todas sus formas. Vivieron grandes cosas juntos, pero en los días que conoció a Carolina, el mundo de Javier cambió notablemente. Esta era distinta, muy conservadora, anhelando llevar una vida de familia, tener hijos, acceder a las mejores condiciones posibles de un ser humano.
Carolina le deslumbró, porque dentro de la evidente y palpable distancia que había entre ambos en cuanto a sus formas de ser, la pasión y el amor hicieron su entrada... La ternura, el optimismo y esa fe y buena energía de ella, fueron elementos que, de alguna manera, crearon sentimientos fuertes en él. La vida con Mariela se había convertido en rutina, y sólo los unía un ímpetu ideológico. Él quería nuevas cosas, aprender algo distinto a lo que ya sabía. Carolina, sin lanzarse a sus brazos, le mostró un mundo nuevo, ajeno, distinto.
Sus ideales políticos fueron decayendo... El paso del tiempo en la compañía y el acrecentamiento de sus bolsillos fueron convirtiendo a ese revolucionario ideal de otros tiempos en un capitalista más de la sociedad que tenía a su país lleno de represión y pobreza... Reuniones con altos ejecutivos, fotografías tomadas en famosos lugares de Europa y de Norteamérica con afamados representantes políticos de la derecha y discursos cargados de un tinte netamente derechista, dirigidos a sus empleados, hacían parte del trasegar de ese nuevo hombre, flamante e idóneo empresario que cualquier magnate querría tener de asesor.
Había cambiado. Había vendido su pensar, su integridad, por unos pesos... Ni siquiera los necesitaba, tenía lujos en su vida pasada, pero siempre se quejó de la carencia de otras comodidades materiales. Quizá, tanto inconformismo hacia lo que odiaba, terminó por carcomerlo y convertirlo en uno más de esos seres que detestaba... Quizá, tanto inconformismo, forjó la ambición y avaricia excesivamente nefastas que derrocan cualquier ímpetu, cualquier anhelo que fue otrora puro.

1 comentario:

Flako dijo...

eso es lo que le sucederá a todos los "revolucionarios pazguatos" que hay hoy en día... lo mismo le sucedió a la guerrilla, su izquierdismo sólo se ve reflejado en el hecho de tener que pedir ayuda a Chavecito y a Correíta (Gonorreita), y eso porque si hubiera algún país derechista que los ayudara ya serían derechistas...