Desde el instante en que escuchó el despertador, Simón se levantó decidido. Sería la última vez que escucharía tan fastidioso chillido. Estando solo en casa, nadie se opondría a su plan. Triste, se paró en el borde de su balcón. Vivía en un décimo piso. Con furia, lanzó con todas sus fuerzas el casi inerte cuerpo del despertador, y sonrió -con un humeante cigarrillo en su boca- al ver estrellado en el piso el maldito causante de su mal sueño. Ahora, su vida ya tomaría otro rumbo...
1 comentario:
Para un cachaco tal vez el maldito despertador si caería infinidad de pisos abajo por su ruido super penetrante, pero para una niña cute para nada!, o sea nada que ver... como pensar que vas a tirar tu cel recién comprado porque suena muy duro y la alarma no te deja dormir? jajaja.
M
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