Camilo estaba sentado plácidamente dentro de su carro. No tenía rencores contra nadie ni se arrepentía de lo que estaba haciendo. De hecho, el plan era perfecto. El humo salía del tubo de escape, por medio de una manguera, hacia dentro, directo al asiento delantero.
Pensaba en lo duro que había sido la muerte de su mujer, al ser atropellada, sin querer, por él mismo al sacar su auto mientras ella estaba descuidada. Se reprochaba constantemente el haber salido tan bruscamente, y escrutaba en su mente algún rastro de su conducta que le llevara a pensar que él lo había hecho a propósito.
Sentía un fortísimo dolor de cabeza, como si le martillearan las sienes. Al mismo tiempo alucinaba, viendo estrellas en su campo visual. Sabía que estaba haciendo justicia con sus propias manos; así quizá podría pedirle perdón a su amada Manuela por haberla asesinado, así lo hubiera hecho sin culpa.
De repente despertó. Supo que estaba en el hospital porque sintió la misma fragancia que el día en el que su esposa agonizaba en la sección de urgencias del mismo hospital. O en cualquier otro. No podía saberlo inmediatamente. Estaba ciego. Comenzó a llorar fuertemente, pero se extrañó de no poderse oír. Pero pudo sentir una lágrima en su mano. Era su hija, quien velaba para que el vegetal que quedaba de su padre algún día pudiera caminar, pues ella si escuchó al médico cuando dijo con quebrada voz "Camilo Torres no puede, ni podrá oír, ni ver, ni mucho menos caminar. El equipo médico cree que aún posee olfato y quizá tacto. Usted debe decidir, tristemente, si vale la pena que su padre continúe con este sufrimiento, o si debemos aplicarle la eutanasia... yo se que suena cruel, aunque creemos que su padre puede sostener sus funciones vitales no podrá desempeñarse de manera normal y será esclava toda la vida de él. De un vegetal. Eso si sobrevive en las próximas horas"
Alexandra se aferraba a la vida de su padre. Pensaba, como él antes de intentarse suicidar, que a su vez era culpable por no prestar suficiente atención a su padre, viendo como cada día empeoraba su estado de ánimo y su autoestima. Esperemos que Don Camilo se recupere, para evitar otra tragedia...
Pensaba en lo duro que había sido la muerte de su mujer, al ser atropellada, sin querer, por él mismo al sacar su auto mientras ella estaba descuidada. Se reprochaba constantemente el haber salido tan bruscamente, y escrutaba en su mente algún rastro de su conducta que le llevara a pensar que él lo había hecho a propósito.
Sentía un fortísimo dolor de cabeza, como si le martillearan las sienes. Al mismo tiempo alucinaba, viendo estrellas en su campo visual. Sabía que estaba haciendo justicia con sus propias manos; así quizá podría pedirle perdón a su amada Manuela por haberla asesinado, así lo hubiera hecho sin culpa.
De repente despertó. Supo que estaba en el hospital porque sintió la misma fragancia que el día en el que su esposa agonizaba en la sección de urgencias del mismo hospital. O en cualquier otro. No podía saberlo inmediatamente. Estaba ciego. Comenzó a llorar fuertemente, pero se extrañó de no poderse oír. Pero pudo sentir una lágrima en su mano. Era su hija, quien velaba para que el vegetal que quedaba de su padre algún día pudiera caminar, pues ella si escuchó al médico cuando dijo con quebrada voz "Camilo Torres no puede, ni podrá oír, ni ver, ni mucho menos caminar. El equipo médico cree que aún posee olfato y quizá tacto. Usted debe decidir, tristemente, si vale la pena que su padre continúe con este sufrimiento, o si debemos aplicarle la eutanasia... yo se que suena cruel, aunque creemos que su padre puede sostener sus funciones vitales no podrá desempeñarse de manera normal y será esclava toda la vida de él. De un vegetal. Eso si sobrevive en las próximas horas"
Alexandra se aferraba a la vida de su padre. Pensaba, como él antes de intentarse suicidar, que a su vez era culpable por no prestar suficiente atención a su padre, viendo como cada día empeoraba su estado de ánimo y su autoestima. Esperemos que Don Camilo se recupere, para evitar otra tragedia...