domingo, 30 de noviembre de 2008

La primera vez

El joven Mauricio se disponía a iniciar su vida sexual. No lo podía creer. Su novia le había ofrecido aquella inusual propuesta para una niña de apenas dieciséis años, pero él no la podía perder, a pesar que sus dictados morales se lo reprochaban. En fin, Mauro iba a "perder cachucha" como dicen los jóvenes de hoy. Ya todo estaba planeado. El jueves a las seis de la tarde, en el motel "punto cero" se iba a ejecutar tan "infame acto" como lo pensaba él, pero a su vez iba a dejar de ser el pequeño bisoño, como decían sus amigos.

"El torpe", "El topo", "El cachu" (cachucho), "El morboso", eran algunos de los apodos más generalizados entre sus amigos. Él vivía mortificado por ello. Nunca tuvo oportunidad anterior de desplegar su actividad sexual, la cual apenas se remitía a observar videos de dudosa reputación, y luego de un rato, descargar con furia sus frustrados deseos; luego lamentarse por ello y echarse a dormir un buen rato.

Tanto le significaba a él ese asunto, que soñaba constantemente con sus más frecuentes amigas ejecutando tan hermoso acto, como decía él. Pero a la vez, deleznable, en el fondo, porque nunca sentía amor en esos sueños, sólo un depravado placer que lo corrompía el resto del día luego de despertar y recordar aquellos sueños, de los cuales despertaba un tanto "húmedo".

Respecto al semen, él siempre sentía asco, repugnancia, le parecía algo sucio. Siempre quiso que el orgasmo se perpetuara y nunca tuviera que lidiar con esa "asquerosa materia" que salía de su órgano tan preciado, y tan virginal, como lo recordaba con risa sardónica, porque en el fondo sentía lástima de su propia virginidad.

Respecto a su novia, Sandra, no era lo más puritana de este mundo. Perdió su virginidad a los once años, jugando con sus compañeros a "hacer el amor" en los baños de su colegio. Luego de ello tuvo que abortar, pero nunca le importó. Ella tenía una visión bastante relajada de la vida. Tanto, que sus padres la echaron de su hogar dos años más tarde, luego de encontrarla inconsciente en un bar, por una sobredosis de licor y de eso que Mauricio llamaba con repugnancia "las pepas de la muerte".

Pero ella disfrutaba entre sus placeres. Su vida era muy desdichada, debido a la falta de cariño de parte de su familia, un padre que era pastor en una "Iglesia de garaje". Su familia vivía de engañar a la gente con falsas promesas de un paraíso en el espacio exterior, y le robaba a sus fieles el poco dinero que poseían, con la esperanza de poder construir una nave espacial que los condujera a Saturno, planeta que, a juicio de él, albergaba las infinitas posibilidades de salvación del planeta.

Pero aquél señor era un degenerado. Bebía a cuestas de la Iglesia, violaba a las niñas más jóvenes de su Iglesia, con el pretexto de "iniciarlas" en el culto de su propia invención. Tan degenerado era, que cuando supo de las primeras relaciones sexuales de su hija, la violó incesablemente, y cuando ella amenazó con delatarlo, la expulsó de su hogar. Su madre, por supuesto, no dijo nada. Estaba hace muchos años amenazada de muerte si le dejaba o si delataba la mentira de su Iglesia de cartón, o si le llevaba "la contraria".

En fin, Sandra estaba obligada a brindarle unas cuantas horas de placer a ese muchacho del barrio que decía ser su novio, el cual detestaba por aquella intensidad con la cual él le pedía compañía. Sólo accedía por el dinero que el muchacho tenía, porque podría ser el hombre más feo del mundo, pero estaba forrado en dinero, así lo pensaba ella, y a fin de cuentas, ella también necesitaba algo de sexo, ya que desde hace tres días no lo tenía, y le hacía falta.

Se encontraron en el lugar indicado. Mauricio, todo ilusionado; ella, un tanto indiferente, lo cogió de la mano y lo besó hipócritamente antes de entrar al motel en el cual chocarían dos mundos completamente diferentes, una mente pura pero llena de ansias de algo que le había sido negado durante bastante tiempo; y otra que sólo deseaba placer y dinero; en aquel lugar, él descargaría todos los sueños que tenía con la mujer que amaba, y en el que ella tendría una noche como cualquier otra...

6 comentarios:

Flako dijo...

Esto parece más bien el análisis de un instante, recorriendo el trayecto de la vida de los dos personajes principales.

Les pido me disculpen la mala calidad del escrito, pero estoy un tanto influenciado por el licor, lo cual no me permite pensar tan claramente en la forma del texto, pero si -y mucho- en el fondo del mismo.

Daniel.

Sebastián dijo...

Es cierto... pero si esta es "mala calidad", qué tal sería con buena calidad??? Excelente... me hizo sentir inmiscuído como uno de los personajes, me hizo crear y recrear escenas, lo cual es el buen cometido e intención de los escritos literarios, la razón de ser de ellos radica en este punto. Excelente escrito, excelente.

Saludos compay.

Loko dijo...

flaco parce esta querido, tenes que hace lo que te dije pero uf parce esta muy chimba, y recuerda: "el alcohol es un buen amigo del lapiz y el papel"

Sebastián dijo...

Eso sí que es cierto... a mí no me creen, pero he llegado a altos grados de inspiración y abstracción cuando estoy en estado etílico, a veces en esos momentos han llegado a mí ciertas ideas, ciertas luces, pero sobre todo, ciertos sentires, y los puedo plasmar de una manera que considero tan sublime, que a veces pensaría que no son míos... es extraño, ahhhh además también había tenido el vicio de mandar mensajes harto abstractos a algunas féminas...

Sebastián dijo...

ehhh voy a beber y a escribir en estos días, así como tengo entendido hacía Estanislao Zuleta.

Flako dijo...

Ahora, que lo vuelvo a leer, me parece uno de los más bacanos que haya hecho.