sábado, 1 de noviembre de 2008

PLACER SUBTERRÁNEO

Luego de una excelente tarde de placer sexual, Rafael fue a la ducha, específicamente en dirección al jacuzzi, pero primero bebió un poco de whisky, para amenizar aún más la tarde, para "acalorar" los ánimos un poco más. Ya era común que Alexa diera alimento a sus ansias sexuales cada Miércoles y Sábado de la semana. Así había sido el acuerdo, y llevaban casi siete años en las mismas. Quizá hasta eran buenos amigos, o incluso amantes, porque, algunas veces, alrededor de unas ocho o diez, estuvieron sin reproche ni remuneración alguna.
Ella era la favorita de Rafael, y él era una "máquina en la cama". "Nunca había tenido uno de esos", decía ella cuando cuchicheaba con sus compañeras acerca de los demandantes de satisfacciones sexuales, de las condiciones que ellos poseían, de las capacidades e incapacidades, de las ventajas y desventajas, de la interacción con ellos, entre muchas otras intimidades que, por ética, no deberían ser reveladas, pero ante la inminente soledad y desamor al que estas tristes mujeres estaban constantemente abocadas, el refugio era la sutil y ambigua camaradería en el gremio mismo.
Rafael era aún más discreto. Quizá debía ser así. Pero no por ello negaba en su interior el placer y pasión enormes que despertaba Alexa en él. Ella era distinta a muchas mujeres con las que había estado, en muchos sentidos. Era pasional y cariñosa en la cama, cada beso, cada caricia que ofrecía eran candentes, como si pudiera y supiera leer las necesidades exactas y específicas de su compañero sexual de turno.
Muchos querían estar con ella. De cabello rojizo artificial, de ojos color miel, piel trigueña, una espalda limpia de cicatrices, con unos pocos lunares que la hacían más sensual, dotada de unas caderas firmes, muslos duros y ejercitados, pantorrillas bien formadas, unos pies y manos delicados y femeninos, con las uñas pintadas casi siempre de color negro. Sus senos eran hermosos, erectos y muy enormes para los gustos de quienes anhelan la desmesura en ellos, con unos pezones rosados y también enormes que se erizaban fácilmente y que para todos los clientes eran deliciosos y bien anhelados para succionar sin parar.
Era una princesa en un mundo difícil, una diva en una realidad dura; las calles y la bohemía no hacían parte del mundo que ella había escogido ni con el que había soñado. Anhelada, deseada, respetada y respetada por todos sus clientes, e incluso amada por algunos, quizá Rafael fuese uno de ellos, se imaginaba ella en sus fantasías antes de acostarse a dormir cuando la jornada había terminado.
Él, por su parte, prefería no pensar ni sentir lo que sabía en su interior. No le convenía, era mejor evadirlo. Ella también sabía que era un imposible, y a pesar de que él sólo iba donde ella, y de la confianza e incluso amistad que se había formado luego de casi siete años, nunca había querido confesarle que quizá era el único cliente con el que había soñado algo más que una relación "comercial", "económica", "sexual". No sólo era un hombre experimentado en el sexo, sino que también la trataba con dulzura y delicadeza y se preocupaba por muchos de los detalles de la vida de ella. Ya era bien sabido por qué todo ello.
El martes pasado, Rafael se adelantó a lo rutinario. Quiso estar con ella esa tarde e incluso toda la noche, fue un impulso que su corazón y su ser le dictaron, sin medir consecuencias. Llegó a pagar una cuantiosa suma por tenerla toda la noche, así nada más tuvieran sexo pocas veces, sólo quería estar con ella, sólo vivir un momento que quedara marcado en su ser, así lo había sido siempre desde que estuvo con ella la primera vez.
Todo esto podía empeorar las cosas, pero a él no le importaba, a pesar de sus enérgicos discursos sobre la moral, sobre la crítica a las relaciones sexuales, sobre la necesidad de una familia bien conformada, a pesar de estar en el centro de atención, en la mirilla de una sociedad que siempre esperaba de él una luz consejera, una guía en el camino. Ella, por su parte, no mentía, no quería hacerlo, pero prefería no confesarle su amor, porque sabía la realidad de él, y había sido extremadamente feliz con él, a tal punto de que esa noche, decidió no cobrarle, pero él insistió lo suficiente como para pagar sin que ella chistara, porque él también la amaba y consideraba que ella merecía el pago, y no un déficit que le acarreara problemas en el burdel.

En la misa del miércoles, el padre Rafael estuvo juzgando a quienes buscaban placer venéreo a cambio de dinero, que acudían a la unión corporal sin estar bajo el sagrado matrimonio y sólo por vivir momentos, así fueran plácidos para ellos...

2 comentarios:

Flako dijo...

ahhh....

ese último párrafo es el mortal
eso mientras que no sea con niños, se vale...

Este relato ha sido uno de los mejores, pues adentra mucho en el análisis de la relación entre ellos, no se queda en la vana vulgaridad; de hecho no es vulgar, este escrito lo debería leer mucha gente...

Simplemente... Excelente! compadre.

Daniel.

Anónimo dijo...

Esta Muy Weno Tu Escrito...

Dejadme decirte que el final me sorprendio, jaja no lo esperaba.. :)

Carolina :)