viernes, 9 de octubre de 2009

Viejo Árbol

La pasividad del nonagenario Antonio era admirable. Siempre fue conocida su capacidad de no exaltarse demasiado ante cualquier situación, ni siquiera tras la muerte de varios de sus hijos pudo vérsele derramar una sola lágrima. Quizá ello sucedió cuando la vida de su esposa finalizó, casi veinte años atrás. En aquella lánguida tarde, él sí derramó unas lágrimas. Aún así, una actitud estoica siempre emergía en él ante cualquier calamidad o dificultad.
Aunque cansino, su lento paso hablaba por él mismo: Muchos años vividos, acompañados por la persistencia, por la lucha constantes, sin rendición ni tregua algunas; con la capacidad de mantener la frente en alto ante la derrota y la desgracia, combatiendo las adversidades, sonriendo pacientemente ante las frustraciones. Era resignado quizá, pero fuerte e imponente, como un viejo árbol, arrugado y asolado por el paso de los años, pero resistente y poderoso en su interior. Por ello, su sapiencia, por ello su paciencia.
Cada día, agradecido con la vida, por lo que había tenido, incluso por lo que había perdido. La plenitud se reflejaba en la paz de su rostro, en la calidez de sus gastadas manos, en la mirada despreocupada ante algún advenimiento.
Sus vecinos lo notaban, las sonrisas, las palabras cordiales y bondadosas que él obsequiaba eran correspondidas con acciones y actitudes similares. Era como un viejo patriarca sin un reino terrenal. Quizá el suyo era su propio corazón, e incluso el de muchos de sus cercanos, quienes le prodigaban respeto, cariño y atención permanentes. Todo ello se lo ganó por su constante proceder, invariable, inquebrantable. Difícilmente alguno de sus herederos podría igualarlo, y ellos siempre lo supieron.
El día de su muerte, la tristeza arropó gélidamente a la gente que le rodeaba y le acompañaba. Es difícil describir la ausencia de un patriarca sin trono ni poder material. Es imposible tras el paso de los años recordar con exactitud su legado. Pero en sus cercanos, el halo de su presencia, de su paz, de su sabiduría, sigue bañándoles incesantemente. Quienes lo recuerdan, quisieran emularlo y lograr tal plenitud; en otros casos, cuando esta empresa es imposible, intentan simplemente, sonreírse al rememorar los consejos, que, cuales tesoros, él en vida les legó.

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