martes, 19 de abril de 2016

Al actor favorito

Casi todos los días que debía salir a alguna diligencia o a cumplir con la rutina, podía ver a don señor sin camisa, con unos pantalones de paño y chanclas, sentado en una silla plástica en la acera de su casa. No recuerdo con exactitud cuándo fue la primera vez que lo vi, pero siempre tuve la imagen de que era un viejo huraño, quizá por su cara de pocos amigos, cual perro bulldog, aunque esa raza animal al final es gentil. «No juzgar por las apariencias». Ese mensaje, en un gran letrero de plástico o tal vez en un tablero electrónico, debería estar en muchos lugares donde nos movemos, donde hacemos nuestra vida.
El caso es que en la imaginación y la fantasía literaria, empecé a imaginarme como émulo de Víctor Gaviria y el neorrealismo italiano de sus producciones, y en las mías, siempre creadas mentalmente, incluía a don Heraclio -o don Heliodoro, o como se llamara-. Me imaginaba incluso un diálogo hipotético, en el cual le proponía que hiciera las veces de un mafioso de poca monta que iba a un lupanar lleno de jovencitas y le daba por sobrepasarse, de manera exageradamente morbosa y ruin, con la más tierna, ingenua, desamparada y primeriza en un oficio que difícilmente muchas disfruten. Seguramente por razones crueles terminó metida allí. Ella, a su vez, presa de pánico, terminaba siendo defendida por algún personaje secundario -lavaperros de otro mafiososo- que luego tomaría un papel más protagónico, luego de enfrentarse a ese pequeño capo de pueblo.
Era el perfil al que podía aplicar don Heraclio, al menos así lo veía yo. Entonces le conté a mi hermano la idea y nos volvimos cómplices de una simulación, de una situación en que yo le extendía la propuesta al señor y que este ardía en ira y me despachaba de su casa a punta de improperios bien sustanciosos y rebuscados. Lo terminé etiquetando como «mi actor favorito», por decir que se ajustaba a ese perfil de viejo morboso y degenerado, que usaba términos soeces y grotescos. Cada momento en que transitaba con mi hermano esa zona, buscábamos al personaje y empezábamos a recrear, una vez más, la simulación y las respuestas cargadas de indignación.

En los últimos tiempos, dejamos de verlo en su silla plástica, mirando con cara de pocos amigos y amonestando a sus nietos. Parece que ya no está, porque las últimas veces se le veía reducido, cansado, enfermoso. El actor favorito dejó este mundo y no pude proponerle que hiciera parte de mi película. De todas maneras, ya la realicé muchas veces en mi mente, porque no soy director de cine y no creo que me meta en ese negocio.

No hay comentarios: