miércoles, 17 de septiembre de 2008

Muerte breve relatada brevemente, razones desconocidas

Cuando encontraron a Don Facundo muerto en la sala de su casa, el olor a putrefacción era demasiado evidente. La carne del rostro, grasosa y pegada como un cuero, emanaba una especie de sudor, quizá líquidos de la carne, mientras las moscas revoloteaban en uno de los ojos que ya colgaba un tanto distante a la cuenca. La mano izquierda se hallaba empuñada sobre el pecho, mientras que la derecha yacía más suelta, sobre el piso, con el brazo abierto.
Había caído muerto sobre la alfombra de terciopelo que compró en uno de sus viajes a Europa con su difunta - veinte años atrás - esposa. Parecía un infarto, pero era preferible no especular sobre las posibles causas de la muerte de este ermitaño personaje que iba a misa todos los días a las siete de la mañana y que por las tardes asistía a charlas literarias y filosóficas.
Era un hombre culto, y gracias a su trabajo como profesor de literatura se había hecho más culto de lo que era cuando estaba joven y trabajaba como vigilante en uno de los primeros y más grandes centros comerciales de la ciudad. En esos tiempos leía mucho, sobre todo el periódico, pero pronto logró estudiar en la universidad la carrera de derecho - que nunca ejerció - y terminó siendo docente en un colegio rural por unos veinticinco años. Ese era el origen de sus dotes literarias.
Parecía que llevaba quince días muerto, pero sólo gracias a uno de sus compañeros de charla pudieron darse cuenta de la situación. Don Abel, tras darse cuenta que Don Facundo llevaba varios días sin asistir a las tertulias, decidió ir a averiguar qué pasaba, pero cual no fue su sorpresa al acercarse a la puerta del pequeño apartamento donde el posterior difunto vivía y sentir la emanación de un putrefacto y penetrante olor, olor a muerto.
"Claro, es que el viejo vivía en el último apartamento y ese estaba solo porque a nadie le gustaba vivir en el último piso, muchas escaleras", fue una de las afirmaciones de Don Abel, conversando con vecinos del sector.
"Él era muy solitario, a duras penas saludaba, aunque yo de vez en cuando le llevaba algo de comer", dijo Doña Domitila, la anciana solterona que había vivido con su mamá hasta el año antepasado, pues la viejita había muerto en ese entonces.
"Eso fue que se envenenó el viejo amargado ese" dijo Abelardo, el otro solterón chismoso de cuarenta y ocho años que veía telenovelas y morboseaba a las colegialas además de estarlas juzgando como inmorales; que también iba donde las putas cada quince días, gastando una buena porción de su sueldo de jubilado, y que criticaba a todos los vecinos que no le dieran entrada a su disfrazada efusividad.
Mucho se rumoró en esos días y por varios meses. El caso es que nadie de los apartamentos pudo saber la verdadera causa de la muerte de Don Facundo. Sólo su hijo Enrique, residente en Brasil, se daría cuenta de la verdad cuando fue informado por el insuceso, y al hablar con el médico forense sobre el coadyuvante de la muerte de su papá, la sorpresa fue tan aterradora que tuvo que estarse un buen rato sentado pensando y preguntándose por qué su papá murió así; incluso, años después, Enrique seguiría cuestionando el por qué de ese desenlace.

4 comentarios:

Sancho dijo...

demasiado bueno como para no estar en un libro de cuentoss!!

una rechimbaaa!!!

me gusto muchooo!!

El Sanitario 22 dijo...

Amigo desconocido te felicito, que buen relato, tenes esa capacidad de erredarme en un texto que aunque extenso intrigante y me deja deseosa de descubrir esa causa...

Apoyo a sancho muy bueno como para un libro de cuentos...

El Sanitario 22 dijo...

Bueno Amigo. espero que te pases por mi blog, leas mis publicaciones y disfrutes de ellas como yo de las tuyas.

Flako dijo...

curiosamente salió una noticia en la prensa que me recuerda mucho a este cuento...

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/E/encontraron_a_un_hombre_que_murio_hace_seis_meses_frente_al_televisor/encontraron_a_un_hombre_que_murio_hace_seis_meses_frente_al_televisor.asp