viernes, 8 de abril de 2011

Relato del infierno

Sigo sin entender para qué escribo, si la inmensa mayoría de las personas se reirán de las trivialidades que aquí plasmo como preocupaciones. Pero mi razón es terca y quiere escribir. Pues estimado lector, si vas a reír destas confidencias, ríete lejos de mi presencia.

Mucho podría escribir en estas bastas páginas, pero el tiempo me reclama factura por hacer de él liberal manejo; para colmo de males, te distraigo, con fanfarronadas porque me avergüenzo de comenzar.

Ahora suenan fúnebres vuvuzelas y se escucha el llanto de un varón. El cielo de carga de nubes que lo acompañan en su tristeza. Se siente el temor en el ambiente. Ella se acerca, con una alegría mal disimulada -ella es feliz-, y se dispone a darle el pésame al agobiado varón: "pero podemos ser amigos, no te sientas mal, que yo te estimo mucho". En ese momento la tierra, en un momento de lástima, se abre en dos y el hombre cae en las llamas del tormento infernal.

Ahora, pequeño lector, ya que has reído hasta el cansancio, te confieso que la escena que acabo de narrar es una pesadilla que me consume, sin haberme sucedido aún esta vez. He salido varias veces del infierno y he reído; pero hoy, estoy más cerca del llanto y de las hogueras del subsuelo...

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