viernes, 9 de mayo de 2008

COMPAÑERA DE TRASEGARES (Enero 13 de 2007)

Era de día, otra vez… los rayos del sol se colaban levemente por la ventana. Como muchas veces ya, ella estaba en el rincón de la cama, siempre con su actitud silenciosa e intimidante, pero irónicamente irrechazable. Nunca me había sido ajena, y ese día mucho menos lo era. Habíamos pasado la noche juntos, y esto sucedía con tal frecuencia que ya me hastiaba el retozar entre ese amasijo de cobijas y al final seguir sintiendo la insatisfacción que suele tenerse cuando algo se torna como una costumbre de esas que se cumplen como algo obligado por las circunstancias.

Así era y ha sido siempre con ella. Me observa constantemente, desde el amanecer, cuando el primer rostro que encuentro es el suyo, y allí mismo comprendo que irremediable e inevitablemente, tengo que abrazarla, y seguirla abrazando. Besar sus labios es perderme poco a poco en un absoluto vacío y desazón que oprimen fuerte y dolorosamente al pecho, al corazón…

No habla mucho. Sólo lo hace cuando la luz de la alegría y el triunfo momentáneo se han desvanecido. Es allí donde sus palabras caen sobre mí cual martillo de juez, mordaz y asesino, asesta uno a uno sus golpes sobre el estrado, los cuales se van repitiendo con un eco ineludible en mi mente, en mi corazón, en mi alma, y cada uno de ellos se precipita como una sentencia de esa realidad, en la cual no puedo hacer nada para escapar a esa triste compañera, y ella tampoco lo quiere hacer. Sólo me habla para demostrarme cuán atado estoy a ella y como las pocas posibilidades de dejarle se esfuman impíamente.

En el delirio de desazón que lleva consigo, comprende que debemos estar juntos, y acepta tal cotidianidad irremediable, acoplándose cada día más a ella. Mientras tanto, yo, sirviéndome un café para intentar establecer mi primer contacto con una reflexión que me permita explicar por qué aún ella está ahí, no logro aceptar ese designio, ese trasegar.

Se levanta, y me exhibe su desnudez, tan blanca, tan trajinada, pero tan intacta, tan irónica. Su cuerpo aparenta transparencia… sé que mi gente cercana no cree que ella existe, porque nunca quiero hablar de su compañía, constante durante estos últimos días, pero sí, existe, para bien o para mal, o más bien, para bien y para mal.

… sonríe mientras se va vistiendo despaciosamente con la típica bata negra que se pone luego de revolcarse conmigo por la noche, antes de acostarme, y por la mañana, cuando abro mis ojos y la encuentro desnuda, rozando mi cuerpo, seguro de que ella está ahí, y estará por muchos días.

Ahora me acompaña al baño. Voy a orinar, y pienso en ella otra vez… se ríe al saberlo, y pasa su mano por mi rostro, antes de que yo lo lave con agua y jabón, para despertar ante el nuevo día, y en ese momento, recuerdo que ella está ahí, pues la olvidé cuando dormía y soñaba por la noche, porque el sueño disipa tantas cosas… hasta la muerte misma…

Sigue detrás mío… me escruta con sus ojos, y me acompaña hasta la cocina, donde preparo mi desayuno. No me ayuda en dicha labor, pero ya la conozco, y sé que nunca lo hará. Mientras veo la televisión, se acomoda cerca de mí, e intenta romper ese lapso de empatía con el ocio, para recordarme que sigue ahí, y que quiere satisfacerse con las circunstancias que nos rodean y que propiciaron esa comunión entre ella y yo.

Voy a la ducha, y allí se queda observando mi cuerpo desnudo. Quiere enjabonarme. Con sus delgadas y frías manos toca mi cuerpo de manera despaciosa. Quiere seducirme y me intenta abrazar al son del agua que la regadera deja caer por disposición mía. Pero me río, triste y alegre a la vez, y empiezo a contarle tantas cosas, y ella intenta aconsejarme. A veces ella misma comete el error de propiciar que yo me aleje de su compañía, cuando me muestra nuevas posibilidades para sonreír. Y allí se lamenta, entonces espera otro momento propicio para asestar un golpe donde yo comprenda que no puedo huir de su compañía, ni de broma.

Es mi confidente, siniestra, pero al fin y al cabo sabe todo de mí, sin faltar nada de ello. No hay secretos ocultos con ella… lo bueno y lo malo confluyen con dirección a su presencia, las más loables sensaciones, sentimientos, pensamientos y acciones se someten, desnudos frente a su figura, y las peores bajezas del ser, del corazón y de la mente se encuentran en esa encrucijada de la sinceridad que sólo ante ella surge de manera completa y total.

Así es toda la tarde. Me siento a escribir, y está a mi lado, murmurando y recordándome las cosas… escucho música y nuevamente hace lo mismo, tal situación es normal en toda la cotidianidad que yo quiera ejercer y ejerza. Hasta que llega la noche y es la hora de acostarme, una vez más… y sigue, ahora quiere estar conmigo, y luego de hacerlo muchas veces, me olvido que está ahí y me sumo en el sueño profundo, en el que no la encuentro, sino que encuentro a otras, que me proporcionan una alegría enorme, y que no se compara con lo bueno que ella haya podido brindarme.

Pero quizá mientras escribo esto, para ella, para mí, para ambos, para unos cuantos, o para una generalidad amorfa e inquisidora, pertinaz e irracional, incomprensiva y mezquina, voy comprendiendo y aceptando por qué ella es mi compañera, y a la vez ha estado en los lechos y en la vida de muchos otros, pues al final es una prostituta mal pagada, que disfruta con esa actitud decadente de sus amantes, de sus compañeros, y que sólo recibe de ellos esa retribución esperada por el efecto de sus tristes y siempre inconformes e insatisfechos pensamientos: el rencor, la violencia y el afán por ignorarla con cuanta oportunidad de escape se cruce en el transcurrir inmediato, con el fin de erradicarle a largo plazo. Ella me conoce perfectamente, y a muchos otros con los que ha compartido vivencias, cotidianidades, sus problemas y sus triunfos… conoce a muchos otros con los que estuvo antes de mí, con los que está incluso en este mismo instante y me los restriega en la cara, pavoneándose con actitud despreocupada, sin importarle mi reacción (igual que se joda, mejor, mientras más se aleje de mí, más feliz estaré)… lo más enigmático es que conoce perfectamente a los amantes con los que no ha estado nunca, pero está segura que pronto les llegará el momento para retozar con ellos en sus respectivos dormitorios, o donde se les dé la gana, igual yo con ella así lo hice muchas veces en lugares insospechados, y en momentos aleatorios, pues cuando toca, toca.

Hoy, más que todo, habiendo escrito todo este recuento de mi fluctuante experiencia con ella, y antes de generar especulaciones baratas en los respectivos espectadores, quería expresar mi deseo de conocer a todos esos amantes de ella… los del ayer (que sonríen por haberla alejado ya de sus vidas, y comparten el lecho con otra mejor que ellas), los del hoy (que sufrimos y gozamos, que reímos y lloramos, pues ella nos brinda un vaivén entre la alegría y la tristeza, pero más que todo entre los momentos de claridad del ser y de su oscuridad lacerante), y los del mañana (que padecerán todo ese vaivén)…

… pues quería que ellos me contaran qué sienten y qué piensan de ella. Porque todos también la conocen, así nunca hayan estado con ella. Los del ayer ya la tuvieron, los del hoy están con ella, y los del mañana, pese a no haberla visto nunca, saben levemente como es, pero será peor para ellos cuando la conozcan y vivan su “idilio irónico” con ella…

Yo no me alejo de ella aún, y ella no quiere irse de mí tampoco. Estamos ahí, estáticos, retozando todas las noches y todas las mañanas, riendo y llorando en compañía… ella, burlándose de mis tristezas y tratando de opacar mi optimismo y mi alegría con sus comentarios y sus muestras de amor paradójico. Pero en algunas ocasiones me seduce cuando me revela esa luz en el camino, cuando me permite establecer razones que no me dejan alejarme de ella, porque quizá es necesaria en momentos leves, como el agua cuando tenemos sed, como la luz cuando queremos ver, como muchas cosas más que salen siendo indispensables en algún que otro momento. Y la he ignorado muchas veces, para bien y para mal, puesto que así abandono su a veces aburrida compañía, y otras veces abandono la claridad de muchas cosas que ha llegado a proporcionarme.

Y es mi amante, es mi prostituta mal pagada y gratis. Y yo la busco muchas veces, incluso cuando el sentimiento está con otra, porque a veces la sigo necesitando. Pero también soy consciente que el día que ella se aleje de mí es mil veces seguro que otra aparecerá en mi vida… el mismo día que ella salga de la casa y de mi corazón, en ese preciso instante estará entrando otra, abrazándome y viviendo conmigo ese idilio que ambos queremos. También, irónicamente, si esta última me abandona, ella volverá, como siempre lo hace, porque es mi prostituta mal pagada y gratis…

2 comentarios:

Flako dijo...

Siempre me va a parecer el mejor de todos los escritos que haya acá, y creo que tardará mucho tiempo en desvanecerse... ojalá así sea!!! Felicidades Sebastían

Anónimo dijo...

uuy esta super bacanoo que nota..
es el mejor escrito que eh leido hasta ahora.. ademas me gusta mucho por que hace que uno se imagine las cosas tal cual como las describe.. que nota... :)