domingo, 11 de mayo de 2008

El poder no era suficiente (un nombre un tanto abrupto)

A cada segundo más que se acercaba, Gabriel bebía con mayor desespero y ansia el whisky que mantenía en la gaveta de su estudio. Quienes lo conocían bien podrían haberse sentido sorprendidos al verlo tan nervioso, habiéndose caracterizado siempre por ser un tipo frío, racional, calculador, silencioso y poco expresivo.

- Patrón, ella entró al motel con ese man - fueron las palabras emitidas desde otro celular.
- Bien, bien - respondió Gabriel con una voz un tanto quebrada. - Ya saben, piérdanse que esto es asunto mío -.

A sus cuarenta y siete años, por primera vez en su vida, él estaba sintiendo rabia y odio con una fuerza virulenta inimaginable. Ni siquiera cuando mando matar a su mejor amigo por cuestiones de negocios cuando supo que era él quien proporcionaba información a los enemigos y a la policía había sentido tal fiereza en su interior, en todo su ser. Incluso aquella vez lloró con tristeza por haber tenido que ahogarlo en una alberca que fue llenada completamente de cemento mezclado, listo para convertirse en duro concreto.
Esta vez también había llorado, pero al sentirse desilusionado, al verse engañado por la mujer a la que amaba sin reparo alguno, por la cual hubiera dejado todos sus negocios, asesinado a quien tuviera que asesinar... fue por ella por lo cual no tuvo hijos, a ella no le interesaba tenerlos. Y aún así, él, hombre machista y arraigado a tradiciones conservadoras, accedió sin chistar a tal acuerdo. "No quiero niños, eso lo tienes que tener claro siempre", dijo Valeria Estrada el día que contrajo nupcias con Gabriel.
Después de casi dos años de constantes investigaciones, él se había enterado que Valeria le era infiel con otro hombre, casi desde que se casaron. Un amigo de la juventud y de casi toda la vida era aquél que retozaba fiera y alegremente con ella. Era también el motivo por el cual en muchas noches la posibilidad del sexo fue negada para Gabriel, porque ella "tenía dolor de cabeza" y otras veces porque "no tenía ganas". Paciente, silencioso, prudente, con una mirada llena de amor y ganas por estar siempre complaciendo a su mujer, Gabriel aceptaba tal situación.
Pero la paciencia tiene límites, y Gabriel se encontró con una encrucijada en su vida que propiciaría posteriormente el desenlace menos esperado para Valeria. Los negocios comenzaron a decaer, la policía incautaba cargamentos con mayor facilidad, los laboratorios clandestinos más importantes habían sido detectados y destruidos, muchos de los subalternos estaban desertando o traicionando a la organización; la guerra interna se avecinaba. Tal ambiente caótico produjo una enorme irritación en Gabriel que puso a prueba su carácter en todos los sentidos. Bajo sus órdenes, muchos subalternos fueron eliminados por traidores y desertores, la policía y las distintas organizaciones de la "ley" recibieron la suficiente presión o el soborno como para dejarlo en paz a él y su gente.
Así comenzó a preocuparse más por su matrimonio y al ver que las noches de sexo le eran negadas, decidió contratar a un detective para que investigara a su esposa. Evidentemente, las pruebas denotaron el acto de infidelidad. La desilusión y desconsuelo de Gabriel fueron enormes. Una vida que había creído siempre hermosa y sublime al lado de Valeria finalmente había sido una farsa. "Una farsa, una mierda como esta basura en la que he estado metido toda la vida, un mundo igual a este donde me muevo a diario, con mentiras, con promesas incumplidas", fue el pensar de Gabriel.
Por eso, cuando aquél viernes veintisiete de Septiembre encontraron los cadáveres de Valeria Estrada y Alfonso Bermúdez con varios disparos de revólver, y pocos días después a "Don Gabriel" con los sesos fuera de su cabeza y esta recostada sobre el escritorio ensangrentado, se pudo comprender las palabras a veces desquiciadas de los últimos días del "jefe" y también por qué estaba decayendo con mayor fuerza la organización.

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