martes, 11 de octubre de 2022

Cúspide

Cuando todo concluye, no es un sopor meramente físico. Ya, reducido, el cuerpo pesado, los ojos cerrados, comienzas a ver numerosas luces, de diferentes colores. Vas dibujando en tu mente, con lentitud y un “embelesamiento”, diversas figuras. De repente, llegan ideas triviales que se quedan ancladas, que se tornan incluso obsesivas y ahí se repiten varios ciclos.

En determinado momento, no reaccionas. Todo se ha supeditado a un vacío indescifrable, indescriptible y mencionarlo de distintas maneras no es, ni siquiera, una aproximación lejana a esa “sensación” a ese “no-estado”. Tal vez ni debería de mencionarse. Ocurre —o no—.

… Un salto… Eso podría ser… Un salto.

A veces retornas, el salto también viaja por el pecho y vuelca el corazón, entonces aspiras con más fuerza… Y retornas. Sea la luz del día o la penumbra, no podrás oír nada más que a ti mismo, y el sopor continúa. No se ha ido, todo se hace más lento y tal vez el rastro de lo ocurrido te acompaña durante el resto de la jornada.

Parece como si estuvieras caminando en algodones, estás en la frontera y allí, muchas cosas no logran definirse… Esa sensación incierta no es, en este caso, adversa, como otros escenarios de inquietud y de turbulencia que abocan lo funesto.

Solo te digo que disfrutes ese lapso, momento etéreo poco usual, así lo reiteres, y a pesar de que en tus momentos de arrogancia te llegue a parecer rutina.

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