jueves, 27 de octubre de 2022

Reprimenda a un «bellaco»

«Oh bellaco, hoy te escribo, a riesgo de que ni siquiera te enteres. Mi epístola es anacrónica, te la he enviado demasiado tarde y, de todas formas, de lectura, prosa, verso y reflexiones, poco sabes. No atendiste mis consejos antes, menos lo harás ahora. Eres ducho en la batalla, certero en las armas; tus sablazos son profundos y las heridas causadas, de muerte.

¿Estás, acaso, orgulloso de ello? Yo no, lo lamento cada vez que me llegan las noticias relativas a tus nuevas «gestas». Me llegan tarde, amén del tiempo y la distancia que separa nuestras comarcas. En caso contrario, ya hubiese tomado mis bártulos para aleccionarte. Y lo he intentado, esta no es mi primera carta, pero veo que no llegan. El emisario muere en el camino, lo secuestran, se accidenta, enferma, o se embriaga en cualquier bar y la misiva se extravía.

Eres un salteador indigno, abusas de la inocencia de quienes convergen en tu camino. Te lo dije al principio, cuando pudimos hablar un poco, pero no atendiste. Te lo reitero, aunque, seguramente, esta nota te llegará tarde, pero ojalá no sea en el ocaso de tu trasegar y, aunque en el instante en que la leas te halles lacerado por las justas heridas que han compensado tu vileza, sirvan mis comentarios para que emprendas un nuevo camino, en el que tu oficio cambie y lo que reste sea, para ti y quienes tengan la oportunidad de coincidir contigo, algo pleno y fructífero.

Mi querido bellaco, no lo olvides: deja de aletargar a los demás, lo haces con tus incursiones, erras nuevamente y lo sabes, pero te empecinas en un deseo al que privaste de la sensatez. Conviértete en otra cosa y así tu honra, la tuya, contigo mismo, tendrá validez y sentido.

Espero que esta misiva te llegue, lo deseo, con toda la fuerza de mi corazón. El emisario, en esta oportunidad, es el señor gordito que te vende buñuelos por la mañana, esos que tanto te gustan, con Coca-Cola, que está a setecientos pesos todavía (¡oh sorpresa!). Te la va a entregar y después de que la leas le das, por favor, unos dos mil pesos. Tal vez para él no signifique nada, pero entenderá. Y tú también entenderás que estás haciendo el ridículo, por no sosegarte y seguir el drama.»

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