lunes, 12 de mayo de 2008

Cita del destino

Toda la vida de Joaquín había sido igual. Desde pequeño, sus sueños estaban impregnados de un tinte tradicionalista, conservador: estudiar, profesionalizarse, casarse, formar una familia, tener varios hijos... Siempre había anhelado encontrar a esa mujer que, como en las telenovelas, le amara inmensamente y que vivieran juntos y felices el resto de sus vidas. Quizá fue por su genio de romántico que muchas veces terminó haciendo ridículos públicos y a la vez siendo considerado un "ridículo" para una sociedad que no había podido interpretar sus intenciones. Idealista e ingenuo, enamoradizo y torpe al hacerlo... Producto de una enorme carga de todos esos anhelos, puros y nobles quizá, se le dificultaba expresar sus sentimientos a la mujer que amara.
Tales actitudes le merecieron diversos y numerosos desengaños. Quizá malinterpretó las cosas con muchas mujeres, pero, debido a ello, fue caro el precio que tuvo que pagar en ocasiones. En otras, llegaba a ser brevemente correspondido, hasta que la sinceridad absoluta parecía cansar y finalmente era abandonado a su suerte. A sus diecinueve años estuvo a punto de casarse, pero de un momento a otro, Liliana, su novia, se marchó de la ciudad sin avisar, dejando plantado en el altar al infeliz Joaquín.
Llegó a llorar y casi desear morirse del dolor. Estuvo enfermo casi dos meses, arrastrando la bilis de su nuevo fracaso sentimental, hasta el punto de no poder levantarse de la cama por lo menos una semana. Finalmente, quizá motivado por la esperanza de poder llegar a alcanzar un mejor futuro, se recuperó de un día para otro.
Así, hasta que conoció a Fernanda. Esa mujer despertó una infinidad de pasiones en Joaquín... Fue la primera con la que desbocó, sin medir consecuencias, las pasiones físicas más intensas. Ella fue su maestra en el amor, en la cama. Las noches de placer con amor se fueron acrecentando, y Joaquín estaba enamorado en un exceso tal que fue abandonando sus viejos hábitos, sus rutinas, sus amigos; su familia misma fue siendo desplazada por Fernanda y los momentos con ella.
La factura de cobro le llegó a Joaquín cuando menos la esperaba. Fernanda le engañaba con al menos dos hombres, y fue un jueves en la tarde cuando él la encontró haciendo el amor tan fieramente —como nunca lo llegó a hacer con él ni como se lo hubiera imaginado jamás— con otro hombre.
La desilusión de Joaquín fue aun mayor. Pero esta vez fue la bebida el refugio de sus pesares. Intentó, de manera fallida, lanzarse por el balcón de un tercer piso, pero, casi milagrosamente, sobrevivió, sin rasguño ni lesión alguna. Tres meses de depresión —paliados con un proceso de rehabilitación en una clínica de reposo— fueron el pan cotidiano que tuvo que masticar para recuperarse casi totalmente.
Aun así, seguía con su terco apego a los anhelos de toda la vida. Desengañado y mucho más inseguro, quería seguirse enrutando por tal camino. Seguía anhelando lo de siempre, pero ya se encontraba destrozado y el horizonte que avizoraba para su vida, era oscuro.
Una tarde, por medio de amigos suyos, conoció a Diana. Inesperadamente, la vida forjó entre ambos un sentimiento casi inmediato. Se amaron a primera vista... Curioso, paradójico, impredecible, absurdo total... Comenzaron a entablar una muy bonita amistad. La comprensión y el diálogo constante se hicieron presentes, día a día, entre ellos. Se alegraban sobremanera al verse, no podían dejar de mirarse y se extrañaban fuertemente en la ausencia.
Eso que llaman química se mantenía presente entre ambos. Ella, joven, ingenua, inexperta, llena de sueños y anhelos casi iguales a los de Joaquín. Él, medianamente experto, aún ingenuo, pero lleno todavía de esos sueños del ayer, de sus inicios. El juego de indirectas era constante, incluso dejaban de ser tan indirectas y se convertían en directas. Joaquín había sido presentado en la casa de Diana como un gran amigo, pero en realidad ella había confesado a su madre, la confidente constante, su enorme amor por él. Veía ese gran hombre que muchas quizá no lograron percibir con claridad. Caso igual ocurría con él. Su familia notaba la alegría y la luz de la esperanza posadas en su vida. Era un Joaquín renovado, lleno de nuevos proyectos, de expectativas frescas y que podían ser consideradas sublimes.
Fue Diana la que, cierta mañana, le llamó al teléfono para hacer efectivo el encuentro que, sin saberlo, era la predestinación para que ellos unieran sus vidas hasta la muerte. "Quiero que nos veamos, siento que debo decirte algo muy importante para mí", fueron las palabras de ella al otro lado del teléfono. Joaquín sintió un ahogo tremendo en su pecho, de esos que no se pueden expresar y que lo tratamos de etiquetar con la palabra amor. Ansias, emoción y expectativa, fueron las sensaciones que se agolparon en él. Ella, mientras tanto, a pesar de su enorme timidez, estaba completamente dispuesta a decirle lo que sentía, dejando de lado los prejuicios morales que la acusarían como "buscona" o "lanzada" por expresar sentimientos a un hombre y no esperar que él lo hiciera primero.
Se había puesto hermosa para él, más hermosa, como nunca. Labios color rojo, con ese brillo deslumbrante que provoca besar y no abandonar, fragancia de rosas, manos perfumadas tiernamente y arregladas con detalle, todo lo hermoso posible confluía en ella ese día.
Mientras tanto, Joaquín tomó el autobús preciso para llegar al lugar pactado, a las tres y treinta de la tarde. A las cuatro y veintiocho, ella no había llegado. A las cuatro y cuarenta y nueve, ni un rastro. Joaquín, lleno de ansia y desespero, consternado pero anhelante por ella, esperó hasta las seis y quince. Frustrado, desconcertado y amargado, llegó a su casa a las once y veintisiete luego de tomarse unas ocho cervezas para menguar las ansias que se habían apoderado de él. Durmió hasta las once de la mañana del otro día, sin tormento alguno, aunque despertó con ese dolor bajo en el estómago, propiciado por las ansias aún presentes. Se sentía algo molesto con Diana, además de empezar a cargar fuertemente un peso, el de la incertidumbre, que se había forjado tras la ambigüedad de una propuesta urgente —una cita sorpresiva y casi inmediata— mezclada con el incumplimiento a ella por parte de quien manifestó la invitación.
No obstante, y a pesar de un creciente temor producto de la incertidumbre, a la una y dieciséis se decidió por llamarla a la casa. Nadie contestó. Se inquietó aún más, allí siempre se mantenía alguien. Salió a la calle a caminar, a pensar en ella, anhelando verla pronto y mezclando en su mente la esperanza y la desesperanza, la alegría y la tristeza. Matices opuestos que forjaron una mixtura amorfa en su interior, mixtura que finalmente sólo dejaba como mensaje a interpretar la decadencia y el agobio...
... Desesperado por pensar en ella, llamó al mejor amigo que tenía y que fue quien los presentó. En su casa tampoco estaba, y por ello le llamó al celular. "Joaquín, dónde habías estado? Te estamos buscando hace rato", fue la respuesta inmediata de Enrique. Sin dejar que Joaquín respondiera, le dijo: "Tienes que venir urgente a la dirección que te voy a dar, hay una muy mala noticia". Joaquín, algo intuitivo, sintió el frío fatal en su interior, en todo su ser y en su alma unas milésimas de segundo antes de escuchar lo que sospechó casi inmediatamente, y no lo quería ni lo hubiera querido escuchar.
"A Diana la mató un bus ayer.... es terrible....".
Definir la sensación que la vida arbitrariamente acababa de asestar sobre Joaquín, debido a las circunstancias siempre impredecibles del trasegar, sería complicado. Para él, nadie sabe si lo fue. Solo él podría saberlo, pero incluso ni siquiera llegó a ser capaz de describirlo nunca. Era su realidad, bofetada cruel de su vida, una vez más... Ilusión efímera que no pudo concretarse, cita del destino incumplida para ambos... Mar de preguntas sin respuestas, muerte de los sueños, final de muchas cosas.

6 comentarios:

Flako dijo...

(apenas voy leyendo) "Intentó de manera fallida lanzarse por el balcón de un tercer piso, pero de una manera casi milagrosa, sobrevivió sin rasguño ni lesión alguna."

Es que los borrachos no se "totean", son inmunes a toda caída, eso si, móntelos en un carro o en una moto y se matan solitos...

Sebastián dijo...

es cierto... según tus lenguas me cuentan, así sucedió con el famoso "Sancho" (para más información ver http://resignate.blogspot.com) cuando se lanzó de cabezas contra el piso, producto del afamado ron jamaica.

Flako dijo...

Excelente tu relato... vos sabés describir los sentimientos de los personajes con un lenguaje preciso y compacto, sin que por ello la descripción sea parca, por lo contrario es exuberante. Excelente la trama y el final, definitivamente me gustó demasiado!!! Felicidades hermano

Sebastián dijo...

hizo parte de una historia real... uno de mis amigos conoció a alguien y se estaban gustando según parece, pero la mujer murió en un accidente... mi amigo casi enloquece...

Anónimo dijo...

Sebas por qué tan trágico?

Gustavo Tisera dijo...

Pobre tipo, tendrá que seguir con la cerveza nomás... Muy buen relato. Un saludo